… pidieron al Ratón que les contara otra historia.
–Me prometiste contarme tu vida, ¿te acuerdas? –dijo Alicia–. Y por qué odias a los… G. y a los P. –añadió en un susurro, sin atreverse a nombrar a los gatos y a los perros por su nombre completo para no ofender al Ratón de nuevo.
–¡Arrastro tras de mí una realidad muy larga y muy triste! –exclamó el Ratón, dirigiéndose a Alicia y dejando escapar un suspiro.
–Desde luego, arrastras una cola larguísima –dijo Alicia, mientras echaba una mirada admirativa a la cola del Ratón–, pero ¿por qué dices que es triste?
Y tan convencida estaba Alicia de que el Ratón se refería a su cola, que, cuando él empezó a hablar, la historia que contó tomó en la imaginación de Alicia una forma así:«Cierta Furia dijo a un
Ratón al que se encontró
en su casa: «Vamos a ir juntos ante la Ley: Yo te acusaré, y tú te defenderás.
¡Vamos! No admitiré más
discusiones Hemos de
tener un proceso, porque esta mañana no he
tenido ninguna otra
cosa que hacer». El
Ratón respondió a la
Furia: «Ese pleito, señora no servirá si no
tenemos juez y jurado,
y no servirá más que
para que nos gritemos
uno a otro como una
pareja de tontos»
Y replicó la Furia: «Yo seré
al mismo tiempo
el juez y el
jurado.» Lo dijo
taimadamente
la vieja Furia. «Yo
seré la que
diga todo
lo que
haya
que
decir,
y tam-
bién
quien
a muer-
te te
con-
de-
ne.»
Bueno, ya sabes qué te voy a pedir: una historia con mucha cola. Una historia que sea larga, que se alarga y sea larrrrrrrrrrga. Y claro que va cogiendo forma.